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Acompañada por cantos sagrados de todo el mundo, una figura religiosa gira sobre un punto fijo y se descubre ante el espectador con el rostro de una divinidad diferente cada vez. El autor de I believe in God (Creo en Dios), Sebastiano Mauri, describe esta instalación como “una misa panteística”. 
En total cien divinidades conforman este trabajo, que su autor comenzó durante la anterior administración estadounidense, período que él llama la edad de Bush; cuando, con la guerra en Iraq, hicieron una suerte de división del mundo y concibieron la idea del llamado Eje del mal; concepto que parece fruto del más extremo fundamentalismo. Este hecho inverosímil, señalaba Mauri, revivía la época de las cruzadas cristianas. La humanidad otra vez estaba siendo dividida por credos religiosos “cuando la intención de la religión tendría que ser justamente lo opuesto: juntar a la gente”. La obra es una suerte de crítica, un cuestionamiento a las religiones monoteísticas, que establecen su dios como el único y verdadero, desconociendo todo lo que esté fuera de lo que vendría siendo una hegemonía teológica.
I believe in God es una propuesta muy pertinente en el marco de la integración y resistencia en la era global, temática de la presente edición de la Bienal; puesto que sugiere una mirada a la gran carga de identidad cultural que posee la religión, en su condición legitimadora de las distintas culturas. 
El carácter aparente de las diferencias entre las deidades es extensible a las propias diferencias entre las personas que les son devotas. Se nos presenta un hombre que rinde culto a distintas representaciones de algo mismo, que no es más que la expresión de una auténtica necesidad común a todo lo que se sienta humano: cifrar esperanzas en algo/alguien. Se diría, entonces, que en la pieza Dios no es Dios porque Dios es los Dioses.
Esta misa de todos es, en definitiva, un canto a la contrahegemonía, a la alternativa, a lo plural, a lo diverso; sin desconocer lo uno. Creer en Dios, cuando este es la suma de todos los dioses es apostar a la multiculturalidad, es otra manera de decir “yo soy el otro”, de reconocer esa bella certeza de que los hombres somos iguales allende las diferencias. 
Como las razas, las nacionalidades, y otros criterios de diferenciación humana, el credo religioso nos es presentado por Mauri como una expresió de la singularidad de lo plural o bien la pluralidad de lo singular; pretexto más que oportuno para conservar la fe más atinada en estos tiempos que corren: la fe en el hombre mismo.

cien caras para una misma fe by mónica rivero cabrera, habana radio 2009